La Iglesia Evangélica Luterana como comunión de personas “que confiesan a Jesucristo como único Señor y Salvador”, nació en Jerusalén, hace casi dos mil años, el día de Pentecostés, por acción del Espíritu Santo.
En su acción fiel para la reconciliación humana por medio del evangelio, el Espíritu Santo defiende la iglesia como instrumento de la misión de Dios en el mundo y la renueva como comunión de personas perdonadas y liberadas por el Señor. En ese sentido, la Iglesia Evangélica Luterana tiene su identidad institucional establecida en la Reforma Protestante del siglo XVI, bajo el liderazgo marcante de Martin Lutero y el “redescubrimiento del evangelio” – la justicia de Dios rescata al ser humano, no condena a la perdición eterna.
Así, pertenecemos a la tradición protestante, con más de 500 años de historia recibiendo los dones de la fe y entregando los regalos del amor de Cristo en el mundo. Gratitud y alegría por la maravillosa gracia de Dios mueven el servicio de amor al prójimo, por el cuál la luz de la salvación brilla fuerte y manifiesta señales de Reino eterno entre las criaturas amadas por Dios.
La larga historia de la iglesia luterana se documenta, entre otras cosas, por la aceptación de los credos de la iglesia antigua – o credos ecuménicos – Credo Apostólico, Credo Niceno-Constantinopolitano, Credo Atanasiano.